Se ha dicho que no sabe actuar, que no gesticula lo suficiente, que le falta talento. Sin embargo, siempre hace falta un Keanu Reeves en la pantalla.
Qué difícil imaginar Matrix sin Keanu Reeves. Pensar que los hermanos Wachowski tenían por entonces en mente a Will Smith o a Johnny Depp como los candidatos para ponerse el sobretodo negro y esquivar balas con cintura de bailarín. Por fortuna, no pudo ser. En el año en que se cumplen 20 años del estreno de la famosa saga de ciencia ficción, sería grato entonces poder encontrar en esas películas el origen de Keanu como estrella. No se puede negar que los filmes lo imprimieron en el espacio sideral de Hollywood, pero él ya estaba dando vueltas ahí desde hacía rato: subido al colectivo con Sandra Bullock, surfeando y robando bancos con Patrick Swayze, haciéndose el idiota junto a Alex Winter.
Para cuando los Wachowski lo llamaron por teléfono para pedirle que fuera Neo, ya había trabajado con Francis Ford Coppola, con Anthony Quinn, con Al Pacino. Es un hecho: para las generaciones nacidas después de la década de 1970, Keanu ha estado ahí desde siempre. Neo era otra oportunidad de verlo hacer lo que mejor hace: patear traseros en películas de acción. Y sí… actúa mal… dirá usted que lo juzga por no exteriorizar emociones, que busca cambios de expresión en su rostro. Pero no importa. Así como lo ve, siempre hace falta un Keanu en la pantalla. Su esclerosis facial hace lucir a sus coprotagonistas y brinda sensación de tranquilidad.
Pero el encanto de Keanu no viene sólo de su falta de falta de gestos. Keanu es desde hace rato un habitante de la internet, que siempre lo descubre en sus facetas de tipo común y corriente: siendo buen vecino, cediendo el asiento en el subte, comiéndose un sándwich en la plaza, siempre con las mismas botas, subido a una moto y donando los millones que ha ganado. Cómo no quererlo.
Y han pasado dos décadas y Keanu sigue estando. Con 54 vueltas alrededor del sol, este último mes hizo estallar la taquilla con la tercera entrega de John Wick, la otra saga que lo devolvió de una suerte de letargo en el que había entrado justamente después de las Matrix.
Porque hubo unos años en que creímos haberlo perdido, pero sólo fue un impasse del que retornó como un iluminati: más sabio, más humilde. Y mientras John Wick confirmaba una cuarta película y levantaba la recaudación con pala mecánica, se ratificaba su participación en el videojuego Cyberpunk 2077 y el morocho dejaba sus manos marcadas en el teatro chino de Los Ángeles. Como cereza de la torta, en ToyStory 4 le pone la voz a un muñequito motoquero. Por eso queremos tanto a Keanu. Porque es una estrella, pero de esas que nos recuerdan que las estrellas también son humanas. ¿Sabe actuar? A esta altura a nadie le importa, señora. Para eso están los otros. Keanu es el actor de la gente.
Publicado originalmente en La Voz del Interior – Miércoles, 3 de julio de 2019