La actriz de «Cuando Harry conoció a Sally» regresa al cine con una comedia romántica que dirige y actúa, y en la que no teme demostrar su edad y su talento.
Septiembre trajo, además de los aires del cambio de estación, una sorpresa a las pantallas que nadie esperaba. Meg Ryan, la reina por excelencia de la comedia romántica de los 1980 y 1990, estrenó el tráiler de su nuevo proyecto What happens later, un filme que la devuelve al género y también al cine después de casi una década de ausencia, pero esta vez con todos los títulos: estrella, guionista y directora.
Tal vez quien pueda explicar mejor su alejamiento de la industria del entretenimiento sea ella misma, pero hay varios hitos que pueden contextualizar el fenómeno. Uno de ellos y, quizás el principal, es la edad. Ryan, que tiene 61, fue una de las tantas mujeres que sufrieron de la exclusión, el reemplazo y la jubilación forzosa del show business ni bien pisados los 40. Otro contratiempo fue el intento de no limitarse y ensayar el thriller con la película In the cut de Jane Campion que no salió bien. Pero, tal vez lo más recordado, fueron las cirugías estéticas que le cambiaron el rostro angelical, ese que había sido su marca registrada y patentado su fama en Hollywood.
Toda esa composición de factores no hizo más que horrorizar a una audiencia bastante susceptible al pensamiento mágico y al doble estándar, que les pide a sus íconos femeninos de cine una conservación humanamente imposible, y que, al mismo tiempo, las condena cuando intentan perpetuarse en esa juventud a base de bisturíes y quirófanos, encasilladas ad eternum en el imaginario del que son producto. Es raro. No le pedimos a Robert de Niro ni a Al Pacino que no envejezcan, ¿por qué nos alborotamos cuando les pasa a ellas?
La pérdida es grande, no solo para esas artistas, sino para todos. Porque en este tiempo han escaseado las historias de adultos protagonistas, en especial mujeres. Nos hemos quedado sin ver relatos que nos interpelen a los que tenemos más de 40 o 50 y con los que nos podamos identificar, pero también nos hemos perdido de actuaciones estimulantes y de la increíble experiencia de verlas perfeccionar su arte o envejecer en tiempo real, como nos pasa a todos los mortales.
Por eso celebro que vuelva Meg Ryan al cine y ojalá que actúe, escriba y dirija comedias hasta los 100 años, si ella quiere. De la misma manera que celebro ver a Sigourney Weaver (73) como una abuela cruel en la serie Las flores perdidas de Alice Hart (Amazon), a Emma Thompson (64) como una veterana que busca a un gigoló en la película Buena suerte, Leo Grande (Netflix), a Jamie Lee Curtis (64) como una madre tóxica en la fantástica The Bear, y a Meryl Streep (74) como una –escuche bien– actriz fracasada en la comedia negra Only murders in the building. Qué quiere que le diga. ¡Denme más!
Publicado originalmente en La Voz del Interior – Domingo 15 de septiembre de 2023