«Juego limpio»: cuando la forma de contar importa

El thriller de Netflix logra exponer a base de suspenso y tensión un retrato feminista a través del desplome de una pareja.

Varios años han pasado ya desde el inicio de los movimientos Ni una menos y Me too y, aun así, no es fácil dar con una buena historia feminista en la pantalla. No es que falte la temática, ni que ambas cosas deben estar relacionadas, pero, la mayoría de las veces, las películas o series que abordan el asunto caen en lugares comunes o en lo políticamente correcto y terminan como productos de nicho, arrinconadas en el stand “para chicas” y aspirando solo a un público de mujeres.

Sería bueno que una sociedad en pleno proceso de deconstrucción (y con mucho por hacer), los artistas pudieran echar mano a diferentes herramientas que hagan de un guion con “moraleja” también una pieza entretenida, con más alcance. Y que además pudieran entregar un mensaje apelando a la famosa premisa “Mostrar, no contar” que no subestima a la audiencia y le permite “experimentar” lo que ocurre a través de los personajes, en vez de sentir que nos están dando una lección.

Es por eso que el nuevo thriller dramático de Netflix, Fair Play (Juego limpio), se convierte en un hallazgo dentro del género, porque logra con destreza exponer a base de suspenso y tensión, y con una cuota de espanto, un retrato feminista a través del desplome de una pareja. Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich) son jóvenes, exitosos, están enamorados y trabajan en la misma compañía financiera, pero cuando todo está en su mejor momento y van rumbo al altar, escuche bien, a ella la ascienden y la ponen de jefa. Él, que en principio parece muy contento con la promoción de su prometida, empieza a mostrar la hilacha y a exteriorizar su frustración en una serie de micro y macro machismos que van en escalada hasta llegar a terrenos insospechados.

El resultado es desolador y, al mismo tiempo, significativo. Como un plato de verduras disfrazadas con salsa blanca para que el niño caprichoso se las coma, este experimento de la escritora y directora Chloe Domont hace a la película más digerible, más “seductora” y vibrante para el espectador, pero con un mensaje contundente y descarnado. Porque si bien el rompimiento de la pareja ocurre vertiginosamente en medio de escenas frenéticas frente a nuestros ojos, es imposible dejar de asombrarnos y darnos cuenta cómo el sistema patriarcal moldea nuestros vínculos, aquí y en otras partes del mundo, a ellos o ellas, a los más jóvenes o más veteranos, en pequeñas o grandes dosis. Aunque no lo veamos, sigue ahí, firme, latente, esperando para manifestarse. Y es bueno saber que está, aunque sea de esta forma “sutil”.

Publicado originalmente en La Voz del Interior – Domingo 15 de octubre de 2023

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