Cómo es Bettercall Saul, la serie derivada de Breaking Bad que cuenta la transformación del abogado Jimmy McGill en Saul Goodman.
«Si tengo suerte, en el mejor de los casos, en un mes estaré regenteando un Cinnabon en Omaha». Con esa frase se despedía Saul Goodman de Walter White y de Breaking Bad antes de escaparse de la justicia y partir rumbo a lo desconocido. Desde allí es desde donde eligió partir luego Vince Gillian (junto a Peter Gould) para presentar Bettercall Saul, el spin-off tan esperado de la serie que popularizó la metanfetamina azul. En una nevada y fría Omaha contrastante con el cálido desierto de Albuquerque, un Saul taciturno y atormentado que evidencia una feroz caída de cabello, limpia mesas en una tienda Cinnabon de Omaha. Patético y, al mismo tiempo, tranquilizador.
Está claro que, desde el vamos, el programa que muestra la génesis de ese abogado corrupto pero encantador va a tener más cosas en común con la vieja audiencia de Breaking Bad que con la neófita y curiosa que jamás vio el show de AMC. Lo estábamos esperando y se sabían esperados. Y la gratitud por esa expectativa redunda en guiños y pistas sembradas por todos lados: mimos para un espectador participativo que suele disfrutar de la interacción con los guionistas.
Hija legítima de Breaking Bad, sin embargo, Better Call Saul va tomando ya su propia impronta. Por lo pronto, el show gira, casi de manera unipersonal, en torno a ese abogado que en el futuro sabemos corrupto. El primer salto temporal pospresentación lo lleva hasta 2002. ¿Por qué esa fecha? Aparentemente, el año no es caprichoso y el motivo se va esclareciendo con el correr de los episodios a fuerza de verborragia legal.
Por entonces, Jimmy McGill (se convertirá en Saul más adelante) practica el Derecho con la misma suerte de un hámster en una rueda de ejercicios: sin llegar nunca a ningún lado. Está quebrado financieramente, su oficina es el baño del Juzgado, o el bar de la esquina, o el auto. Lidia con un hermano discapacitado mentalmente y con clientes pobres o evasivos. Y al día siguiente vuelve a empezar.
Pero, lo más importante, combate a Saul en su interior. En breve aprendemos que Jimmy es como un alcohólico en recuperación, que enfrenta a sus propios demonios en su afán por hacer las cosas bien, para que la Ley sirva para hacer el bien. Pero serán, no obstante, sus propias decisiones las que lo pondrán en ese camino de perdición que en el futuro lejano lo hará desembocar en la ruta de Walter White y, más tarde… en Omaha.
Impecable, Bob Odenkirk se carga al hombro el show y lo saca adelante. Locuaz, expresivo, abarcador, consigue trasmutar en tres tiempos narrativos diferentes sin perderse en el intento. Dramático, cómico. Perdedor, ganador. Corrupto, honrado. Jimmy es Saul y Saul es Jimmy: y su transformación ocurre a ojos vista, para el placer de todos.
Publicado originalmente en La Voz del Interior – Sábado, 21 de febrero de 2015