Los escritores de Hollywood pararon toda actividad desde principios de mayo en reclamo por mejoras laborales y demorando la vuelta y el estreno de muchas series. Cómo sigue el conflicto.
Si por esas casualidades está esperando una nueva temporada de su serie favorita, es muy probable que tenga que aguantar más de lo pensado. Las producciones de tanques como Stranger Things, Severance, Cobra Kai y un spin-off de Juego de Tronos (entre varias más) han quedado frizadas hasta nuevo aviso. El paro de los escritores de Hollywood ya entró en su quinta semana sin avizorar una salida y, teniendo en cuenta la resolución de su precedente de 2008, es muy probable que se extienda por mucho más tiempo y moldee el paisaje de la televisión del futuro en formas que aún son inciertas.
¿Qué está pasando?
Parece imposible que esto ocurra en la fábrica del entretenimiento más popular en el mundo, pero no todo es un lecho de rosas en Hollywood. Más de 10 mil escritores agrupados en dos sindicatos, que venían trabajando bajo un convenio desde hace tres años, empezaron las negociaciones para reparar ese acuerdo antes de que se venciera el 1° de mayo pasado. Entre otras cosas, piden mejoras a un salario deteriorado por la inflación y cambios al modelo de producción actual que no garantiza mucha estabilidad laboral. ¿Qué ocurre? El esquema anterior de la tevé por cable ofrecía temporadas de más de 20 capítulos y prometía, al menos, meses de trabajo firme. Hoy, sin embargo, la producción de un show (que tal vez se cancele ahí nomás) puede solo requerir un compromiso laboral de pocas semanas y después, desempleo y la necesidad de buscar otra changa. Frente a estas intermitencias, los escritores reclaman días fijos en la redacción.
Por otro lado, hay que decirlo: en términos de ganancias, la diferencia entre lo que ganan los escritores en comparación con lo que juntan los productores de los estudios y las cadenas encargados de producir la mayoría del contenido que se ve en las pantallas es diametralmente injusta. Lo peor se nota a la hora de la distribución de la ganancia residual de un producto, es decir, las repeticiones que se ven luego de su transmisión original. Pero tampoco es solo cuestión de dinero: las demandas de los sindicatos también tienen que ver con pensar cómo la tecnología afecta al negocio y anticipar resguardos frente al asalto de la inteligencia artificial, cuando todavía el tema está en gateras y muchísimo puede cambiar en los próximos años. Otro tema que se consigna como problema es la negativa y relativamente nueva tendencia de las cadenas de no ofrecer números de rating, lo que mantiene a los trabajadores en la oscuridad sobre su porvenir profesional. Hasta ahora, no hubo acuerdo ni se lo ve en el horizonte.
La marca del pasado
Si esto suena frívolo y un “problema de ricos” en un universo privilegiado, bien vale analizar las consecuencias del precedente más cercano en el tiempo. Se trata del paro de escritores de 2007-2008 que se extendió durante 100 días y le costó a la industria del espectáculo unos 2 mil millones de dólares. En aquel momento, que vale recordar fue en este siglo, Netflix todavía era una compañía de alquiler de DVDs por correo, las temporadas duraban una eternidad y todo se pensaba en función de la publicidad: por ejemplo, los capítulos de un programa tenían ganchos antes del corte para asegurarse el retorno del espectador, ¿se acuerda? El paro (literalmente no se trabajó) materializó la preocupación económica en el sector creativo trabajador, pero también se focalizó en los desafíos que ya mostraba el progreso digital. No solo afectó a series como, por ejemplo, Breaking Bad (dos capítulos de la primera temporada quedaron sin filmar) o Lost (su cuarta temporada pasó de los regulares 24 episodios a 14), sino también por extensión a un montón de negocios dependientes del mundo del espectáculo como empresas de catering, construcción de sets, etc., que quedaron en banda. Muchísimo ha cambiado en solo 15 años.
¿Qué se puede esperar ahora?
Por lo pronto, los primeros grandes afectados de esta medida de fuerza son los “late shows”. La mayoría, que tienen una lógica diaria de escritura con mesas populares de redactores, apagaron la luz en sus producciones. Novelas históricas como Days of our lives o General Hospital, aseguraron que tienen algunos capítulos guardados como para tirar un tiempo, pero no mucho; mientras que series famosas que estaban en la etapa previa al arranque de nuevas ediciones -como las mencionadas Stranger things y Severance, entre otras- están estancadas, y la mayoría de sus creadores se han manifestado a favor del paro. De continuar, el futuro las verá acortadas o demoradas, todo dependerá de los billetes y las lealtades que haya en juego.
Pero ya sabemos también que crisis es oportunidad. Después del conflicto de 2008, por ejemplo, tuvieron su auge los reality shows. A falta de guiones, las productoras apelaron a que la gente hiciera de sí misma en la televisión, sin libretos y con mucho escándalo. El resultado fue bastante alentador. Pero esta vuelta hay un ingrediente que no estaba presente antes y que vuelve a la movida más incierta. Los programas producidos internacionalmente (es decir, extranjeros para los EE. UU.) y que hasta la erupción de Netflix no eran consumidos en el hemisferio norte, han comenzado a tener más popularidad. De hecho, Squid Game (Corea del Sur) y La casa de papel (España) se cuentan entre lo más visto en otro idioma que no sea inglés dentro de la oferta de Netflix. Si el paro de escritores se extiende por muchas más semanas, no sería de locos pensar que puede haber una brecha allí para que creadores de otras latitudes puedan ser convocados a rellenar los espacios vacíos. Todavía, todo está por verse.
Publicado originalmente en La Voz del Interior – Martes 30 de mayo de 2023