30 años fascinados por el mismo «Laberinto»

Se cumplieron tres décadas del estreno de una película clave, protagonizada por David Bowie y Jennifer Connelly. Marcó a varias generaciones y hoy sigue siendo un clásico de clásicos.

Si un productor de cine viniera hoy con la propuesta de Laberinto en una carpetita, muchos lo considerarían un desquiciado. «Tengo una idea genial para una película: en base al guion de un Monty Python, hagamos una historia de fantasía con una actriz debutante y un músico andrógino, todo rodeado de títeres y marionetas. ¿Qué les parece?». Es fácil imaginar la cara de escepticismo de los ejecutivos de los estudios, que en la actualidad sólo se doblegan frente a un superhéroe o un auto rápido y furioso a la hora de colocar la moneda. Pero en la década de 1980 el cantar era otro, La historia sin fin había marcado terreno en el género y filmes como Laberinto pudieron ver encenderse la luz de la cámara al final del túnel. Hay que decirlo también, ese productor era George Lucas.

Pero el proyecto fue viable gracias a la mano del creador de Los Muppets, Jim Henson, que agarraría el libreto escrito por Terry Jones, el petiso de los Monty Python, y lo adaptaría al lenguaje infantil. La historia era simple: una niña con mucha imaginación debía cuidar a su hermanito, pero lo perdía a manos del rey de los Goblins y emprendía una misión casi imposible dentro de un laberinto para recuperarlo. Bueno, no tan sencilla pero sí atrapante, fantástica, musical, entretenida.

Tal vez, quien lo sabe a ciencia cierta, el éxito de la fórmula recayó en el casting del elenco. David Bowie, como Jareth, no había sido la primera opción para ese rol. Por entonces se barajaban nombres como Michael Jackson o Mick Jagger o Prince. El director incluso quería que fuera Sting quien se pusiera ese shabot y esas calzas reveladoras, pero sus hijos lo convencerían de contratar al Duque Blanco. Y allá fue él con ese look y ese cabello y ese rostro maquillado y esas canciones: cómo olvidarlo en esa épica escena bailando Magic Dance con los títeres a sus pies y lanzando al bebé por los aires. Sí. Lanzando al bebé por los aires, en una película para niños.

Su contraparte tampoco fue resuelta de un soplido. Adolescentes actrices había muchas, pero la pulseada la terminó ganando la bellísima Jennifer Connelly, que no era debutante pero tampoco una celebridad. Tenía unos dulces 16 años. Bowie casi 40. Un niño no entendería ese otro laberinto intertexual “nabokoviano” destinado al ojo adulto, pero cómo olvidarlos sosteniéndose la mirada y buscándose en esa fiesta de máscaras. Sí. Una adolescente y un brujo desplegando tensión sexual en una película para niños.

Hoy, en la era digital, Laberinto se conserva como una joya de manufactura artesanal, despojada de efectos especiales pero con la capacidad de generar el mismo efecto soñador que hace 30 años. Un 10 de julio llegaba a los cines argentinos. Es una pena que ni Henson ni Bowie estén en este mundo para celebrarla como se merece: bailando Magic Dance con un grupo de títeres. Pero sin lanzar bebés al aire. La corrección política de este siglo no lo permitiría.

Publicado originalmente en La Voz del Interior – Domingo 10 de julio de 2016

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