30 años después, vuelve “DirtyDancing” en formato de miniserie

Fue uno de los grandes clásicos del cine romántico de la década de 1980. Se verá completa por Fox. Repasamos el fenómeno de su versión original, estrenada hace tres décadas.

Había una tradición en Rusia para mujeres que acababan de experimentar un episodio de violencia de género. Cuando eran recibidas en un albergue para ponerlas a resguardo de su agresor, se las atendía, se las curaba, se las alimentaba y, cuando todo lo básico se había solucionado, se las sentaba a ver DirtyDancing.

En la Argentina, mientras tanto, los que crecimos en la década de 1990 nos podemos recordar sintonizando Feliz domingo en la tele para ver el segmento «Camino al Oscar» en el que alguna división de la escuela secundaria competía por un viaje a Bariloche haciendo la coreo de, justamente, DirtyDancing. La gracia última era ver cómo la parejita de turno, que seguramente había pedido muchas horas libres de clase para ensayar, reproducía los guiños del dúo original y si, al final, el caballero podía sostener a la dama en el aire. Al menos por unos buenos segundos.

Así de considerable fue la manera en que esa historia, escrita por una mujer ignota para la industria y para el gran público, influyó en una generación. DirtyDancing no fue cualquier musical romántico. Si bien no le daban dos pesos (un productor que pidió verla antes del estreno les dijo que debían quemar la cinta y cobrar el seguro) se convirtió en un fenómeno.

Con un presupuesto de 6 millones de dólares, recaudó en 1987 más de 200 millones en la taquilla mundial y puso a Patrick Swayze y Jennifer Grey directo sobre la alfombra roja y en la mira de los grandes estudios. Y la canción de la escena final, (I’vehad) The Time ofmyLife, esa que todos oíamos en Feliz Domingo y en la radio y en el boliche, ganó el Oscar y el Globo de Oro, 11 discos de platino, y vendió 40 millones de copias en todo el mundo.

Chica conoce chico

Basada en la vida de su autora, Eleanor Bergstein, la historia estaba inspirada en sus vacaciones en la cadena hotelera Catskill Resort, una suerte de hospedaje con estilo familiar para judíos neoyorquinos de la alta sociedad en los tiempos en que se viajaba en auto. En el guion, “Baby” Houseman, una “nena de papá” proveniente de un mundo sirupítico y con futuro planeado en la universidad, se enamora del guapo instructor de baile de otra clase social, Johnny Castle. Y voilá.

Fórmula arrolladora. Pero así, con esa química que emitían en la pantalla, cuenta la leyenda que Swayze y Grey no se podían ni ver. Habían trabajado en Amanecer rojo, uno de esos experimentos juveniles de los 1980, y habían quedado enemistados. Y cuando a ella le dijeron de repetir el compañero dijo «No, gracias». Swayze, que a fuerza de varios meneos de cintura había vencido en los castings a facheros como Billy Zane, la convenció de dejar de lado las diferencias.

Igual, la leyenda también dice que no fue fácil remontar ese vínculo personal, lo cual habla muy bien de ellos como intérpretes y laburantes. Como sea, lograron imprimir para la posteridad esa postal del romance cinematográfico nacido en la sensualidad del baile. Él con camisa negra, ella con vestido rosa.

Réplicas

El éxito y la influencia parieron más tarde una serie homónima, en 1988, en la que los mismos personajes volverían a escena con otro formato y otras caras. Fue un fracaso. Le siguió luego, en 2004, una suerte de secuela en La Habana, Cuba, en la que la versión del bailarín (y en este caso también camarero de hotel) era interpretado por el nuevo comodín de la hispanidad, Diego Luna. La chica mientras tanto, era la rubia Romola Garai, que jugaba a ser una piba aburrida que se descubre seducida por la latinidad en movimiento. Incluso, Patrick Swayze, a quien el cáncer se lo llevaría aún joven años después, hizo un cameo. Otro fracaso.

Ahora llegará a la pantalla chica el más reciente, y tal vez más jugado, experimento de revivir DirtyDancing para una nueva generación. La apuesta es fuerte porque no pretenderá ser un relanzamiento, sino que se gestó solo para televisión como una remake. «Baby» volverá en la piel de la joven Abigail Breslin, que hace una década, cuando niñita, nos enamoraba a todos con su papel en Pequeña Miss Sunshine. Johnny será, mientras tanto, Colt Prattes, actor desconocido que recupera el look «italiano» que la autora siempre quiso para el personaje. Juntos, se meterán al agua para practicar el saltito, y contarán a viejos y nuevos esa historia de amor bañada de choque de clases y autodescubrimiento. A 30 años, DirtyDancing deja para la posteridad la frase «Nadie pone a Baby en un rincón», que permanece en la memoria colectiva y figura en la lista de las mejores líneas de la historia del cine. Pero más que nada, deja esa sensación perdurable, en forma de metáfora, de que el amor de verdad es ese que hace que uno se lance al vacío, sabiendo que del otro lado hay alguien con los brazos abiertos, dispuesto a sostenerte y levantarte por el aire. Menuda responsabilidad para los nuevos.

Publicado originalmente en La Voz del Interior – Domingo, 30 de abril de 2017

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